La corrupción entre funcionarios de gobierno es un problema mundial que tiene consecuencias terribles.
Por ejemplo, durante la pandemia del COVID-19, varios de estos funcionarios en muchos países fueron acusados de enriquecerse con los fondos que se utilizarían para hacerle frente a la pandemia. Como consecuencia, muchas personas sufrieron y murieron porque no recibieron la atención médica que necesitaban.
La corrupción tiene graves consecuencias que afectan a todo el mundo. David Cameron, ex primer ministro del Reino Unido, dijo lo siguiente: “La corrupción es una telaraña grande y enredada, y todos los países están atrapados en ella”.
Lo que se necesita para acabar con la corrupción
Para que los gobiernos hagan frente a la corrupción se requiere que odien el robo y la injusticia, lo que implica enfrentar a quienes hacen estas prácticas.
Para que esto sea posible, es necesario que los gobernantes principales vean las acciones de los inescrupulosos y el efecto adverso contra quienes cometen estos crímenes. Este es el primer escollo que tiene un gobernante porque deposita su confianza en personas que deben vigilar por el bienestar común pero, por lo general, son estos mismos que fomentan estas acciones delictivas.
En este punto entra en juego el compromiso que tiene el gobernante con el funcionario, que casi siempre es pacto sagrado del que no es fácil desligarse, porque es una relación fomentada sobre la base de acciones que ambas partes deben encubrir.
Para que un gobierno pueda enfrentar la corrupción precisa de varios elementos necesarios, como son:
1. El poder absoluto. Si el poder de un gobierno está dividido en los partidos que han accedido al aparato gubernamental, no es posible enfrentar la corrupción porque queda mermado su poder de acción, el cual está condicionado por los intereses de los opositores que tratarán de tomar partido de todas las actividades que realice el gobierno, y hasta se hacen cómplices de las acciones corruptas.
Para evitarlo, se necesita la centralización del poder en una sola expresión del gobierno, evitando, por supuesto, el autoritarismo, y haciendo uso correcto de los fondos públicos para beneficio de los ciudadanos en conjunto.
El problema. Para que los gobiernos humanos cumplan su función, necesitan el dinero de los ciudadanos. Y, claro, esto hace que surjan más oportunidades para sobornar, robar y manipular a otros.
2. El gobernante. Se necesita elegir la persona ideal para dirigir una nación, por lo que es vital que sea una persona conocida por toda la comunidad por las acciones que le han dado un nombre de respeto ante todos los ciudadanos.
El problema. Hasta los mejores gobernantes humanos pueden dejarse llevar por las malas influencias. Esto se ha repetido vez tras vez en el mundo. Para que eso no suceda, el gobernante ideal debe sentir el sufrimiento de los súbditos porque los quiere, lo que lo impulsa a buscar las soluciones del sufrimiento, porque le duele como si fuera a sí mismo.
3. Las leyes. Las leyes de un gobierno que enfrente la corrupción no debe limitarse a perseguir a los delincuentes corruptos, sino que deben procurar que los ciudadanos respetuosos consigan la felicidad.
¿Por qué eso es importante? Las leyes humanas son complejas, difíciles de aplicar, y los gobiernos muchas veces no pueden hacer que se cumplan. Eso promueve la corrupción. Eso requiere que haya leyes prácticas y diseñadas para nuestro bien. Además, estas leyes no solo deben tener que ver con lo que hacen las personas, sino también con la motivación que hay detrás, lo que se hace imposible desde la óptica humana, porque los humanos nos engañamos con gran facilidad.
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